Cariño, este
sin vivir es insoportable. Pasó las tardes escuchando música, esas canciones que te cantaba al oído
mientras vivíamos nuestra historia. Pasó las tardes llorando, llorando por
haberte perdido y por seguir todavía aquí.
Dios ya no
me escucha, no atiende mis suplicas. El se ha empeñado en que te sobreviva y
sufra este dolor que me atenaza el corazón. Pienso que estoy prolongando mi
vida en demasía. Cada día estoy más desamparado y hago un nuevo desastre.
Espero cobrar la paga de junio para que quede algo de dinero una vez acabados
todos los gastos, mientras tanto no se qué hacer. A veces quiero marcharme de casa y dejarlo
todo, buscar la manera de adelantar mi muerte sin tener que tomar decisiones drásticas,
morir de muerte “natural”, pero eso veo que es casi imposible. Nadie se va de
este mundo por mucho que lo intente hasta que no le llega su hora. Nadie muere,
por mucho que lo desee, sin tener que ser el mismo quien de termino a su vida.
Hace tanto que te deje sola, hace tanto tiempo que te fuiste de mi lado. Cuatro
meses contigo pasaban volando, pero sin ti son eternos.
Me he
convertido en un ser patético, vago por la calle sin rumbo y las horas del día
se me hacen interminables. Pienso en mi futuro solo, sin ti; y no me veo
envejeciendo sin que tú estés a mi lado como tantas veces habíamos soñado.
Paseando de la mano ya ancianos, socorriéndonos mutuamente en nuestra vejez.
Pienso en mi futuro y no lo encuentro porque ya no existe, desapareció contigo, se esfumo en el Hospital Clínico esa tarde del doce de Enero en que exhalaste
tu último suspiro cogida de mi mano.
Esta vez
estoy más preparado, me he informado para que no ocurra de nuevo lo que paso en
Peñiscola aquel verano hace tanto tiempo en que, yo debería de haber dejado ya
de existir. Quizá fue que todo estaba escrito y que debía vivir para esto, para
poder cuidarte mientras estuviste enferma. Pero ahora ya nada me retiene,
aunque las chicas se pongan de los nervios cuando me oyen, no pueden
comprenderme. Ellas no estaban cuando me levantaba a las cinco y media para
estar contigo veinte minutos, todos los días mientras esperabas que te
recogieran. Ellas no comprenderán nunca que tú fuiste mi VIDA, mi razón de
existir. Que te conocí cuando ya lo daba todo por perdido a mis dieciocho años,
que tú fuiste quien mantuvo viva mi
ilusión por la vida.
Ahora sin
ti, ya no tengo fuerzas para seguir, ya no tengo ilusión por vivir.
Que me
espera a partir de ahora ¿quince, veinte años de soledad?, para que, no los
quiero, prefiero acelerar mi transito y, si es verdad todo lo que hemos creído,
comenzar el viaje que me llevara a tu encuentro.
Te sigue
adorando
Tu esposo
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