El Papa Francisco pide que «en cada comunidad cristiana haya coherencia entre liturgia y vida»,
pues «una celebración impecable desde el punto de vista exterior, pero
que no lleva al encuentro con Jesús, corre el riesgo de no alimentar
nuestro corazón y nuestra vida». En su audiencia general de los
miércoles, el Santo Padre abordó a fondo «la relación entre la
celebración eucarística y la vida de nuestras comunidades cristianas».
Como hace siempre, el Papa
interrogó a los fieles, y en esta ocasión fue sobre el cambio de
actitud respecto a los demás que trae la Eucaristía: «¿Me lleva a
considerar a todos verdaderamente como hermanos y hermanas? ¿Aumenta mi
capacidad de alegrarme con los alegres y de llorar con quien llora? ¿Me
empuja a acercarme a los pobres, los enfermos y los marginados? ¿A
reconocer en ellos el rostro de Jesús?».
Con buen humor y al margen del texto, el Papa añadió que a veces, después de la misa «nos dedicamos a cotillear:
¿Has visto cómo iba vestido este? ¿Has visto cómo iba esta otra? Esto
se hace… ¡Pero no se debe hacer!». Lo decía en tono dulce y sonriendo,
por lo que no era una verdadera reprimenda. Aun así, los peregrinos se
dieron por aludidos y, al tiempo que se reían, se lo agradecieron con un
fortísimo aplauso.
El Papa afirmó también que la Eucaristía da «la gracia de
sentirse perdonados y de perdonar». La misa comienza con un «Yo
confieso…» que «no es una formalidad sino un acto de penitencia». Es
importante sentirse perdonados, pero también saber perdonar a los demás.
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