El 7 de enero de 1.921, en Beni Hassán, cuando el Tercio
tenía sólo unos meses de existencia, (su primera Bandera se había
organizado en octubre), después de haberse defendido heroicamente con su
escuadra frente a los kabileños que los atacaron y pretendieron
apoderarse de sus armas, murió a consecuencia de las heridas recibidas
el Cabo Baltasar Queija de la Vega; era el primer legionario que perdía
la vida en un hecho de armas. En su bolsillo se encontraron unos versos
llenos de emoción y sentimiento. Se dice que acababa de enterarse de la
muerte de su novia, y en esas confidencias íntimas que se hacen al
compañero en las largas esperas campamentales de una estrellada noche
moruna, había confesado: ¡Ojalá la primera bala no tarde mucho y sea
para mi corazón, para reunirme pronto con ella!. Pocas horas después,
cuando se realizaba la retirada de protección de unos caminos su
escuadra fue atacada.
Toda una premoción que presagiaba el futuro
canto de “El novio de la muerte”.
Y aquella carta decía:
"...Si Dios un día te llama,
para mi un puesto reclama,
que a buscarte pronto iré".
Y en el último beso que le enviaba,
su postrer despedida le consagraba:
Por ir a tu lado a verte,
mi más leal compañera,
me hice novio de la muerte,
la estreché con lazo fuerte
y su amor fue mi Bandera.
"...Si Dios un día te llama,
para mi un puesto reclama,
que a buscarte pronto iré".
Y en el último beso que le enviaba,
su postrer despedida le consagraba:
Por ir a tu lado a verte,
mi más leal compañera,
me hice novio de la muerte,
la estreché con lazo fuerte
y su amor fue mi Bandera.
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