Erase un hombre muy rico.
Tenía abundancia de todo..., pero le sobrevino la desgracia y lo perdió en un momento. Después, resentido, se fue vagando por el mundo.

"Para que no se pudran de pura tranquilidad." —le respondió el hombre.
Pasó después a otro hombre que estaba arando la tierra. "¿Por qué rasgas la pobre tierra?" "Para que sea más blanda, y así se empape bien de la lluvia y el sol.”
Pasó por un viñedo, donde un agricultor podaba los sarmientos con unas tijeras. "¿Por qué atormentas estos sarmientos?"
¡Qué voy a atormentarlos! “Los estoy podando para que den abundante y buena cosecha."
Entonces se le abrieron los ojos al caminante:
Señor mío, yo soy el trigo que has revuelto para que no me pudra.
Yo soy la tierra que has cortado con profundos surcos para que me vuelva más blanda a tus palabras y a tu gracia.
Y yo soy el sarmiento que has podado con el cuchillo del dolor para que dé más fruto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario