Llega la noche y caigo rendido, agotado. Unas descanso y
otras no. Pasan las horas y cada día el amanecer llega antes. Como un autómata me
levanto y coloco la correa de Lía, salimos al parque; no hay nadie porque a las
seis la gente duerme o va a trabajar, ella corre y yo comienzo a sentir como
ese nudo vuelve a atenazar mi estomago, ese nudo que solo tus palabras conseguían
aflojar. Vuelvo a casa y comienza el tormento; las horas no pasan. Vomito el
desayuno, vomito lo poco que intento comer. Ese nudo atenaza mis entrañas dejando
que solo el liquido penetre en mi estomago y aun así llega un momento en que es
incapaz de asimilarlo y lo expulsa por mi boca como si de un río desbordado se
tratara. Quiero morirme, mas no muero. Patético
paseo por la calle arrastrando una pena que da lástima a quienes la observan; imbéciles
no quiero vuestra lastima, no veis que en el fondo os odio solamente porque
vosotros existís y ella no. Apartaros de mi, dejarme vagar como un fantasma
solitario con mi pena, no hagáis aflorar más lagrimas a mis ojos para adular vuestra
vanidad de buena gente. La música me recuerda a ti, la calle me recuerda a ti,
si voy a comprar me acuerdo de ti, vaya donde vaya hemos estado juntos. Encerrarme
en casa y llorar es mi único consuelo, pero por desgracia no siempre puedo
hacerlo.
Ni los míos me comprenden, me chantajean emocionalmente con
frases que llenan mi cerebro de culpabilidad, que cargan con más angustia mi
corazón ya de por si desecho. Qué diferencia contigo amor mío que me quisiste tal
como era, un loco sí, pero un loco de
amor que hubiera dado la vida por ti si Dios
me hubiera permitido cambiarla.
Ahora en mi vida por más que me digan ya no queda esperanza,
he perdido ese halito de vida que tú me insuflabas con tus besos, con tú sola
presencia, con ese hacerte notar aunque estuviéramos uno en cada habitación, tú
viendo la televisión y yo en el ordenador. Vuelvo a ser el mismo desastre que
era antes de que entraras en mi vida. Tú eras mi interruptor, me apagabas
cuando mis fusibles comenzaban a calentarse y, además nunca me decías una
palabra de reproche.
¿Comprenderán algún día nuestras hijas nuestro amor y, él
porque quiero reunirme contigo?
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